De nuestra inagotable fábrica de los deseos extraemos sin cesar toda clase de artefactos mágicos y prodigiosos en forma de sueños, anhelos, ilusiones y expectativas de futuro que prodigamos a manos llenas a nosotros mismos y a los demás, sobre todo en estas fechas señaladas. El horizonte por alcanzar suele ser la salud a prueba de bomba, el dios dinero con todo lo que conlleva, el éxito profesional y social, y, por supuesto, el amor. En el plano nacional es el máximo poder, influencia, prestigio y capacidad de persuasión a través de la fuerza militar. Y a escala global, el crecimiento y desarrollo ilimitados en todos los órdenes.
Por desgracia, la realidad objetiva es completamente indiferente a nuestros deseos, resulta de lo más ajena e impone su ley despiadadamente. En el ámbito de la Crisis Medioambiental mi sentir particular desde hace tiempo es que acabamos de entrar en un año decisivo, en la última oportunidad de salvarnos como especie. Para lograrlo, mi intuición me dice que casi todos los 7.764 millones de habitantes del planeta, al unísono, tenemos que ponernos a hacer inmediatamente, sin esperar a mañana, un montón de cosas, a saber:
-Generar un intenso y repentino amor hacia la Naturaleza como un todo y empezar a cuidar, proteger y mimar cada uno de sus elementos y sistemas, preservándolos con esmero de todo daño suplementario.
-Adoptar un estilo de vida sencillo, sobrio y austero, limitándonos estrictamente a satisfacer nuestras verdaderas necesidades básicas (alimento, ropa, calzado, techo, asistencia sanitaria y educación) con criterios racionales y la tecnología indispensable.
-De resultas de lo anterior, reducir en los próximos meses en un 80% la emisión de toda clase de gases de efecto invernadero, no sólo el CO2. suprimiendo por entero el capitalismo.
-Adoptar, a continuación, la Economía de Estado Estacionario, con apenas un 20% del consumo actual de energía y recursos materiales.
-Conformarnos con las humildes prestaciones y posibilidades de las energías renovables, dejando en tierra las de carácter fósil.
-Limitar la natalidad mundial a un único hijo/a por unidad familiar.
-Poner en marcha múltiples tareas de recuperación de todo tipo de ecosistemas naturales.
Todo esto es, naturalmente, un insignificante esbozo de la inmensidad de iniciativas humanas que la Biosfera necesita para restablecer su pasado equilibrio en un plazo de 100 años o más. Y todo esto, también, nos suena a pura quimera, a un deseo inútil más que extraer de nuestra adorada fábrica.
Pero, a menos que hagamos todo eso de manera prácticamente instantánea y milagrosa, mi sentir es que, antes de que haya terminado 2020, la Biosfera al completo habrá superado ya el Umbral de No Retorno y se precipitará inexorablemente por el Acantilado de Séneca en busca de un nuevo estado de equilibrio termodinámico que será incompatible con la existencia de Homo Sapiens Sapiens.
Por todo ello, para mí, éste es el año decisivo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario