martes, 19 de junio de 2018
ALTA FIDELIDAD
Este es el punto, te dices a veces. Es justo esto. Así, así. Todo encaja. Me siento súper. Tal y como debería sentirme siempre. He dado con la clave. No necesito nada más. Aquí me quedo. ¡Ojalá no acabe nunca!. Raros momentos en que logras sintonizar la alta fidelidad de la existencia. Duran poco. Se desvanecen en seguida. Pero te dejan un pequeño regusto, una leve reminiscencia que, de cuando en cuando, aflora en la memoria consciente.
En alta fidelidad todo parece muy sencillo y natural. Casi flotas sobre la tierra mientras caminas por un sendero y el claro de luna te sonríe, te impregna amorosamente. Percibes el cuerpo ligero, casi vaporoso. Tienes la impresión de volar a través de esferas de energía e incorporas a tu sangre el perfil de las azuladas montañas que te rodean en la noche. El campo te traspasa y tú lo penetras placenteramente. Se te ocurre mirar el reloj muy fijo. ¿Qué pasa?. No corren las manecillas. Lo encuentras muy normal y sigues paladeando la meditación en marcha. Ese álamo solitario que se acerca es una expresión de ti mismo y su sombra recortada sobre las estrellas se arrebuja también en un pliegue de tu ser. Dominas todo el espacio desde cualquiera de tus células y absorbes el cielo constelado con una simple respiración. Vibras al compás de las ondas que van y vienen por el valle silencioso. Tu mente se deleita en el vacío y permanece inmóvil, reposando en su propio gozo. Ni un pensamiento. Ni una simple imagen. Todo está bien. Las cosas riman. Las sensaciones bailan juntas. La música más excelsa resuena adentro, ¿o afuera?, y el equilibrio interior rezuma sensibilidad y belleza por doquier.
Ya estoy llegando aunque nunca me he ido. El pasado armoniza con el futuro para diluirse juntos en el presente. Esta fuerza es quietud. Este verso inconsciente que me brota es suavidad. La elegancia que ahora me mueve es también coherencia. La nada que soy es la máxima consistencia. No hay contradicción, aunque pueda parecerlo. Y en feliz unidad con la naturaleza vuelvo a casa sintiéndome etéreo.
Al entrar, tropiezo con el ruido ambiente y la mágica conexión se disuelve.
Ya no hay alta fidelidad. Pero algún día volverá a haberla.
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En un momento dado, el momento se disuelve, los ánimos se desvanecen, el tiempo y el espacio dejan de sentirse, no hay cuerpo, no hay persona, se hace la nada y de esa nada aparece la luz, esa luz blanca lechosa única, serena de belleza y amor perfectos e ilimitados. Soy, la consciencia es pura, en súper HD como bien dices. Todo está en la nada y de la nada conecto con el todo. La paz, el amor, la belleza, la sabiduría, las posibilidades son infinitas y yo pertenezco a ellas. No existe el esfuerzo, todo es por derecho propio. Soy y somos y sé que vuelva donde vuelva, siempre podré regresar a casa siendo consciente de estar consciente.
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