miércoles, 19 de septiembre de 2018
DEFENSA PERSONAL
Al ser humano la realidad suele parecerle dura y difícil de asimilar, por lo que siente la necesidad de alzar un muro circular de protección frente a ella. Tras un laborioso aprendizaje, llega un momento en el que logra acomodarse precariamente en el interior de ese recinto diminuto y viciado, y, por lo general, así se mantiene hasta la muerte. De vez en cuando, echa de menos la amplitud del espacio soleado, la libertad del vuelo jubiloso, el frescor del aire lleno de luz y de colores; mas para eso están las distracciones y entretenimientos, para olvidar el ancho respirar de la existencia.
Nuestro baluarte privado se construye con bloques muy dispares: las particulares creencias religiosas, las ideologías al uso e incluso algunas en desuso, la filosofía que mejor cuadra con nuestro temperamento y expectativas, las tradiciones más confortantes, las conclusiones de nuestra experiencia vital, los dictados del intelecto, el resumen de conocimientos eruditos o de andar por casa, los sesgos, prejuicios, clichés y estereotipos de cada quien, las imágenes fraguadas por nuestros hábitos, costumbres, inclinaciones y tendencias... cualquier elemento que se nos antoje de una mínima consistencia o atractivo sirve para elevar nuestras airosas torres y almenas.
Nos importa poco si este sistema de defensa personal es acorde o ajeno a la verdad objetiva de las cosas, a la auténtica realidad del mundo, porque en el fondo desconfiamos mucho de ella. Nos interesa bastante más que estos bastiones parezcan gruesos, resistentes, y que nos den cierta sensación de seguridad. Ahora ya sólo queda vigilar muy atentamente para que no entren elementos extraños que puedan minarlos. Rechazamos, pues, con el mayor vigor y sin detenernos a pensar ni un instante, ideas que cuestionan las nuestras, informaciones que contradicen nuestros presupuestos más caros, creencias y filosofías distintas, cualquier evidencia científica que haga peligrar el tinglado, todo lo que suene a "lo otro", "lo diferente". Naturalmente, sí aceptamos, complacidos, nuevos bloques de construcción que encajen bien con los nuestros y refuercen la superestructura.
Las modernas redes sociales, grupos como los de whattshap, twitter e instagram, y otros modelos parecidos de interacción digital, nos ayudan a aumentar el confort de nuestra prisión individual, que algunos asemejan a una burbuja de seguridad virtual, donde sólo nos tratamos con gente afín, con monótonos corifeos de nuestra particular letanía. Es preciso evitar debates abiertos que aporten novedades, cruces de ideas que puedan enriquecer nuestro bagaje, posturas y perfiles que desafíen los de uno. Sobre todo, nada de retos, por favor, no vayan a caérseme encima los pedruscos que tantísimo trabajo me ha costado erigir.
La verdad, si es que existe, ya no cuenta en absoluto. Ahora está de moda la posverdad.
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