Este año se cierra con una encrucijada política de difícil solución y una euforia consumista bastante alucinada en España. La gente ha decidido creerse a toda costa el bulo propagandístico de la recuperación económica y actúa al margen de la realidad en plena huída hacia adelante.
Huída que comparte el BAU con entusiasmo prometiéndonos un futuro dorado, de milagrosos poderes tecnológicos, y convirtiendo la Cumbre sobre el Clima de París en una farsa sonrojante.
Pero al sonar las doce campanadas del Año Nuevo y goglotear las doce uvas en nuestra garganta se habrá extinguido ya, probablemente, el incremento de la energía neta mundial, es decir, de la energía útil que la Humanidad puede extraer de la Biosfera y aprovechar para sus propios fines. De modo irreversible. Para siempre. Debido a toda clase de inercias, holguras y márgenes de acción en el Sistema, es posible que el crecimiento económico mundial pueda escurrirse todavía un año más, dos...tres como máximo. Después, vendrá el Decrecimiento inevitable. Que sea ordenado o no dependerá por entero de la sociedad global. Bueno, rectifico, también del Cambio Climático.
Porque el Cambio Climático se ha acelerado visiblemente durante 2015 y avanza ahora a un ritmo cada vez más inquietante, aguando estas fiestas a millones de habitantes del Reino Unido, Islandia, Argentina, Uruguay, Paraguay, Cuenca del Río Mississipi... ¿Para qué seguir?. Con el Niño haciendo de las suyas y el famoso agujero de la capa de ozono casi en máximos históricos cuando se le ha dado por cerrado durante la última década.
Pero yo me obstino en comenzar 2016 dando al azar y a la incertidumbre de lo desconocido nada menos que un tercio de posibilidades de que todo esto se arregle finalmente. Porque sí. Porque deseo que mis hijas, yernos y nietos puedan llegar todavía a completar una vida más o menos normal, más o menos soportable.
¿Un brindis al sol?. Puede. Mi componente irracional me lo impone. Así que...
¡¡¡FELÍZ AÑO 2016 PARA TODOS Y TODAS!!!.
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