viernes, 10 de julio de 2015

LA MENTE SUMERGIDA

Sabiendo que podemos tragarnos el coche de delante en cualquier momento, al menor frenazo suyo, nos pegamos a él de todos modos impulsados por las prisas. O seguimos corriendo bajo el implacable sol estival de mediodía, pese a sudar a mares y sentirnos flaquear peligrosamente cerca del desvanecimiento.  O mantenemos la bronca a grito pelado con alguien tiempo y tiempo, plenamente conscientes de que ello sólo empeora la situación. O vemos cómo un pensamiento negativo y machacón nos enturbia progresivamente el ánimo y, en vez de penetrarlo hasta comprenderlo y así disolverlo, le damos vueltas y vueltas, le cebamos y engordamos sin tasa hasta que logramos envenenar el día entero. O...  ¿para qué continuar?.
Está claro que en demasiados temas la zona lógica, racional y sensata  de la mente no es la que lleva las riendas de nuestra vida. Y es que ésa es únicamente su fracción superficial, la parte del iceberg que aflora del mar. Casi todo lo importante implica factores emocionales, sentimentales, anímicos, que suelen cocerse en las profundidades,  a menudo lejos de nuestro alcance. Y fuera de nuestro control. En el 90% restante. En la mente sumergida. Lo que Freud llamaba inconsciente y superconsciente, o bien ello y super yo.
En esas enmarañadas honduras uno se pierde mucho antes que en la más espesa selva porque todo el bagaje de la evolución biológica, con sus cuatro mil millones de años, se encuentra ahí, más indescifrable que un jeroglífico extraterrestre de nivel 5 de civilización.
Y tenemos que vivir bajo su imperio siempre sorprendente y con frecuencia veleidoso. Gobierna nuestra conducta de manera exasperante,  pero tan capciosa, que a veces todavía podemos hacernos la ilusión de ser nosotros los dueños de nuestra existencia.
Vanos sueños, diría Calderón. Pues, en realidad, en el 90% o más de las ocasiones relevantes, manda la mente sumergida.

1 comentario:

  1. Estudio de la naturaleza humana, la spsikes enrevesada y depwndiente de las emociones

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