jueves, 18 de junio de 2015

LA LUZ DE MADRID (2)



Me dice la intuición que Madrid tiene esta luz tan especial porque funde lejanos reverberos del trópico con lenguas de aire cristalino bajadas del polo norte; luego, pasa todo esto por el crisol de azules graníticos y verdes charcas fluviales de la sierra de Guadarrama ... y ya tenemos este pasmoso resplandor que no se encuentra en ningún otro lugar del mundo.
Bajo esta luz prodigiosa, a la que ninguna foto puede hacer justicia, me acerco a ver las esculturas geométricas y espaciales de Carl Andre que adornan las blancas estancias del Palacio de Velázquez. A mí me hablan de simetría y simplicidad pero encuentro que les falta relieve. Y más frío que caliente derivo mi navegación artística hacia otro palacio, el de Cristal, que me envuelve, solícito, con la gran jaima levantada por Federico Guzmán, toda colores, arabescos, alfombras, tapices, cortinas, cojines, servicios de té y demás encantos moriscos. Aquí sí que entro en calor estético y me siento a ver pasar las cuentas y abalorios del tiempo. Salgo después a recrearme en las tortugas, patos y cisnes negros que nadan en el vecino estanque, ahora sentado en la escalinata neoclásica que le da acceso desde el Palacio de Cristal y arrullado por la música de jazz que se está volviendo casi omnipresente en el Retiro.
Allí, bebiéndome literalmente la luz madrileña, leo algo sobre la encíclica del Papa Francisco, que carga muy decidido contra el capitalismo de Hayek, Friedman y compañía, que a su vez está más que resuelto a cargarse nuestra burbuja de vida sobre el planeta. Entre las altas jerarquías de la iglesia católica de todos los tiempos este nuevo pontífice es una rara avis, un molesto furúnculo que me temo va a ser extirpado de un día para otro, espero que, por esta vez, de forma no demasiado expeditiva.
Luego, leo que la mitad de los niños escolarizados en Nueva Delhi padece serios problemas respiratorios a causa de la brutal contaminación atmosférica. Y que a ella cabe achacar la muerte de, al menos, ocho millones de personas cada año en el mundo, una cifra con clara tendencia a seguir creciendo muy rápido.
No hay duda de que el Sistema se está saliendo con la suya y derrota a sus fieles consumidores y usuarios en toda la línea. Pero como las peores consecuencias están aún por llegar, me levanto con toda la agilidad posible y sigo paseando tranquilamente por este parque centenario, la mente despejada ya de todas esas sombrías cuestiones, gozando con fruición de la inimitable luz de Madrid.

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