miércoles, 22 de abril de 2015

CIEN MIL GALAXIAS

Un detenido estudio de cien mil galaxias no descubre ningún exceso revelador en su emisión infrarroja. Concluye, por ello, que no albergan civilizaciones superavanzadas capaces de aprovechar sus fabulosas energías estelares. Bueno, ¿y qué?. Cien mil galaxias no son nada en un universo de cientos de miles de millones. Siempre puede haber algunos miles de supercivilizaciones por ahí que no lleguemos a encontrar nunca por muy diversas razones. Y que no nos encuentren. También es posible que seamos la única civilización (entre comillas) en todo el Cosmos, dada la extrema improbabilidad de que se repitan nuestros rarísimos parámetros fundamentales de existencia.
Quedan aún otras posibilidades. Como la apuntada por Carl Sagan, Isaac Asimov y otros destacados divulgadores de la Ciencia: que surjan incontables civilizaciones más o menos primitivas, como la nuestra, en constante evolución, y que todas, absolutamente todas, al empezar a manejar fuerzas demasiado poderosas para sus precarias naturalezas, se acaben autodestruyendo indefectiblemente. Suicidio a escala cósmica. Una idea nada desdeñable, habida cuenta de los pasos firmes y resueltos que venimos dando en esa dirección desde hace por lo menos setenta años.
Jiddhu Krishnamurti se mostró aún más radical. En sus escritos afirma que en esencia somos puro pensamiento egocéntrico de carácter destructivo hacia los demás y hacia nosotros mismos; que en nuestra constitución psicológica viene implícita la autoextinción total; y que ello se hará realidad más pronto que tarde. A menos que la gran mayoría de nosotros vivamos una repentina y completa mutación. Y propone un cierto curso de acción para aumentar notablemente las posibilidades de que ello suceda de forma espontánea. Única manera, al parecer.
Veremos.

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