"Yo no me meto en política" dice mucha gente con frecuencia, o también "todos los políticos son iguales", pintando un panorama desolador. Y, desgraciadamente, no anda descaminada en exceso porque la política institucional es en verdadero cenagal del cual es dificilísimo salir limpio. Las contadas excepciones no alcanzan a evitar el desastre general. Yo sólo le concedo quince o veinte minutos de atención en un telediario de medianoche, más que nada para constatar su progresión hacia el temido acantilado de Séneca. Sin embargo, el vocablo "política" admite interpretaciones mucho más amplias y, en realidad, abarca cualquier interacción de individuos y colectivos diversos. Por eso se afirma con criterio que lo personal es político y que lo romántico también lo es, como tantísimas otras cosas. Por ello, en cierto modo, todos somos políticos, queramos o no.
Cambiando de tercio, me alienta ver un pequeño aumento del número de entradas a este blog, donde concurre la mayoría de mis seguidores más o menos habituales. En adelante publicaré aquí más a menudo.
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