También necesitamos nuestra zona de confort mental en la que podamos sentirnos a gusto, protegidos, seguros y a salvo. Para preservarla intacta muchos filtramos cuidadosamente los pensamientos, emociones, sensaciones y sentimientos internos a la vez que cualquier estímulo procedente del entorno; sólo admitimos aquellos que aumentan nuestra alegría y satisfacción, nos producen placer y regocijo, son amenos y entretenidos, avivan nuestros sueños y anhelos, y colman nuestros deseos y apetencias. En particular, dedicamos nuestro tiempo y atención a aquellos mensajes de los distintos medios de comunicación, de libros y revistas y de redes sociales que refuercen nuestras creencias religiosas, convicciones políticas y nuestra personal visión general de la existencia y de la realidad. Ante cualquier parecer ajeno que desafíe o cuestione esos principios, dejamos instantáneamente de leer o escuchar y desviamos la mirada hacia otro lado. Es humano. Debemos comprenderlo. En ocasiones la vida es muy dura y nos exige luchar denodadamente para abrirnos paso, como en la jungla, través de su intrincada y espesa maraña. Y nuestras fuerzas se agotan. Nuestra mente se cierra y echa el candado. Nuestro corazón encoge: hasta se endurece. ¡Somos tan precarios y vulnerables en el fondo! . No podemos poner en peligro nuestra propia leyenda de los Reyes Magos de Oriente (ver el post anterior), nuestra zona de confort privada.
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