La noche del miércoles encontré en la 2 de TVE a un pedagogo nato que se parece mucho a Turiel. Se llama Isaac Moreno, es ingeniero de Obras Públicas y presenta el programa “Ingeniería Romana“, dentro de la serie de documentales titulada “Estructuras“. En seguida me cautivaron sus dotes para atraer un vivo interés hacia las fabulosas construcciones que levantaron los romanos hace más de 2.000 años a lo largo y ancho de su Imperio, verdaderas hazañas de arquitectos, ingenieros e inmensas legiones de esclavos, traducidas en templos, foros, estadios, coliseos, teatros, termas, acueductos y muchos otros fascinantes ingenios que han logrado sobrevivir en mayor o menor grado hasta nuestros días. Moreno explica cómo lo hicieron todo con un lenguaje sencillo, directo y envolvente, repleto de cadencias bien ajustadas a las imágenes; también con un claro pensamiento y una lúcida percepción global de las prioridades de esos artífices sin igual en el mundo antiguo, con un pulso intenso y vibrante que denota su amor por lo que está contando y una poderosa capacidad de sugestión. Isaac Moreno es, en suma, un enseñante apasionado y valioso. No tardé en preguntarme por qué esto me había llamado tanto la atención. La respuesta apareció nítida en mi cabeza: por su rareza. Sí, es extraño tropezarse con un profesor como él. Si abundasen en nuestra nación semejantes suyos con todas sus cualidades docentes y con una idea precisa de lo que es la correcta instrucción, la formación integral del ser humano, España sería un país de elevado civismo, gran sentido social, singular cultura y notable educación. Isaac Moreno, con su ejemplar exposición, me hace captar las dimensiones del abismo que nos separa de todo ello: el sueño de una noche de noviembre.
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