Parece que los luditas van ganando la partida. A medida que la gente rompe puentes definitivamente con la política institucional y con cualquier proyecto o utopía de futuro, ve que su único asidero es el placer momentáneo, el capricho del día, la satisfacción puntual: ese viaje largo tiempo rumiado que debe abordarse antes de que sea demasiado tarde, ese chocolate con churros de cada tarde en la cafetería de la esquina, ese coche de alta gama inútilmente capaz de alcanzar los 280 km.p.h., esa cuarta residencia en la playa para dejársela a los consuegros franceses en su visita anual a España, esa cosmética refinada a la que hasta ahora se ha renunciado por motivos económicos... El hedonismo sostiene que la cuenta atrás se achica inexorablemente y hay que saber exprimirla. Quizá no le falte una pizca de razón.
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