miércoles, 8 de abril de 2015

AL OTRO LADO DEL MAR

Ya de vuelta en casa las sensaciones del viaje se mezclan, fluctúan en mi memoria y luchan contra los efectos del jet-lag. Desde aquí Costa Rica me parece un sueño celeste como el río que pigmenta las faldas del volcán Tenorio, una constante amenaza de presa (atasco de tráfico) en sus desgastadas arterias, un trepidante bullicio de buscarse la vida a toda costa, un perfil de montañas azuladas y casi siempre tocadas de nubes, un paisaje tachonado de casitas precarias y humildes, un desorden urbano en medio de la galvana solar, un quebradero de valles, selvas y taludes verdes como la esperanza salpicado de lunares claros, una lluvia de ceniza en el jardín del edén, un rodeo de mares poderosos al achique de espacios, una presencia menuda y discreta en el mapa mundi, un trato general al turista que convendría mejorar, un trato de familiares y amigos que no se puede mejorar, y, sobre todo, un ramillete de vivencias agradables en su mayoría. Por lo cual el recuerdo de ese país se me vuelve cada vez más cálido y entrañable en la distancia. Hasta siempre, Costa Rica. Te llevamos en el corazón.


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