Emerges desde lo oscuro
con tus fulgores de plata
arrancados por el Sol
a tus entrañas porosas.
Dormitas tu eterno viaje
por el vacío silente
bordado de estrellas y nebulosas
sin soñar siquiera el recelo
que tu paso sideral despierta
entre raras criaturas
medrantes sobre la Tierra.
Surcas, impávido, la nada envuelta
em miríadas de canciones
que.brotan de la corteza
de este planeta enfermo,
hendida por trenes de ondas hertzianas
que harán saber al Cosmos
de la existencia de una especie consciente
tan ambiciosa como efímera.
Volverás tu cabeza de níquel
para mirar brevemente
esta esfera blanquiazul
y su pululante contenido,
y después seguirás tu tranquila deriva
por abismos espaciales que no conocen
ni principios ni fines,
que vulneran cualquier límite
con su expansión desenfrenada.
Bienvenido, pequeño asteroide.
Causas sensación aun sin pretenderlo.
Ya eres famoso entre las grandes multitudes.
Cuéntaselo a tus congéneres
de la lejana nube de Oort
cuando los siglos se hayan convertido
en milenios
y éstos en millardos.
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