Abordé la aclamada novela "Auto de fe", del escritor búlgaro Elías Canetti, "una de las más grandes del siglo XX", aseguran los expertos literarios. Desde luego es un tocho bastante largo. Viendo que no me enganchaba nada el principio probé a leer 100 páginas más adelante, sin suerte. Venga, avanza otras cien. Igual. Y así, a saltitos, llegué al final, que me convenció aún menos. Fuera. Se acabó, por muy Premio Nobel que sea su autor. Eso mismo hago desde tiempo atrás con algunas lecturas. Si no me entran de primeras, las calo por aquí, las calo por allá, y al tercer o cuarto tajo infructuoso las devuelvo a su estante. Ya a mi edad, opino que mi tiempo potencial de lector es demasiado escaso y precioso como para desperdiciarlo masivamente con textos tan inacabables como ajenos a mis gustos estéticos y a mi particular perspectiva vital, por muy consagrados que estén por unas "'autoridades intelectuales" que a mí me traen sin cuidado: como tantísimas otras autoridades de distinto pelaje, por cierto.
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