Casi no había astrónomas y Vera Rubin necesitó mucho ahínco y determinación para abrirse paso a través del laberinto patriarcal de la ciencia norteamericana de los años cincuenta y sesenta y acceder con pleno derecho a los gigantescos telescopios de Monte Palomar y Monte Wilson (los mayores del mundo entonces). Sus estudios de la dinámica interna de las galaxias aisladas en el espacio aportaron valiosas pruebas de la existencia de la materia oscura en el Universo, cinco veces más abundante que la materia ordinaria. Y su activa militancia en pro de sus compañeras de profesión dotó a éstas de oportunidades inéditas y una relevancia cada vez mayor. Todo esto lo explican bien Jacqueline y Simon Mitton en su libro "Vera Rubin: una vida", muy digno de ser tomado en cuenta.
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